miércoles, septiembre 14, 2005

FAME


-Buenos días. Que quería ser famosa.
-Pues está en el sitio adecuado. Dígame: ¿Quiere una fama efímera, duradera o de por vida?
-Casi que efímera. Por si luego no me gusta mucho...
-Qué cosas tiene. Eso le gusta a todo el mundo... Pero yo tomo nota: e-fi-me-ra. Ok, y, ¿cómo le gustaría alcanzarla? Puede ser a) por parentesco lejano, b) parentesco cercano y c) otras vías.
-Ni idea. Ponga que me da lo mismo. El fin justifica los medios.
-Ahí lo lleva, señora. Buena respuesta. Dígame, ¿hay algo que no esté dispuesta a hacer?
-Preferiría no enseñar las tetas, al menos hasta que me pueda operar con los primeros ingresos.
-Ok, tomo nota. ¿Me dice su edad?
-Sesenta y ocho años.
-Algo mayor, tengo que decirle. No va a ser fácil introducirla.
-¿No puedo ni siquiera ser novia de Minio?
-Ni hablar. Estamos cambiándole la imagen. Pero déjeme ver, que algo podrá hacerse... ¿Cuáles son sus puntos fuertes?
-El punto garbanzo y el de cruz de toda la vida. Aunque prefiero el ganchillo...
-Quiero decir que qué se le da bien hacer, sus habilidades...
-Ah, pues soy criticona de nacimiento y arpía por parte de madre.
-¿Algo oscuro en su pasado? Porque luego se sabrá todo... Karmele Mutante y otros investigan sin parar.
-Pues no sé... déjeme pensar. Bueno, el verano pasado me tiré a dos alemanes durante un viaje del Inserso a Benidorm.
-Ok, tomo nota. No es para preocuparse mucho.
-Los dos a la vez, ¿eh?
-Ok, ok... Bueno, más o menos lo tengo todo. Le voy a ir proponiendo cosas y usted me dice.
-Como usted diga, señora.
-Le puedo ofrecer ser madre de un novio gay de Escayola Berrocal.
-Mñee. No sé. No me veo mucho...
-¿Ex-chacha de Tita Cancervera que lo cuenta todo, todo y todo?
-Me da cosa, porque esa señora me cae muy bien...
-Podríamos decir que ha encontrado a la hija de Gomina Power regentando una mercería en Parla.
-Bueno. Podría ser, eso tiene mejor pinta... Aunque no termina de convencerme.
-A ver qué más tengo por aquí. Sí: puede aparecer como quien canta realmente en las galas de Encarnita Pollo. Se incluye demanda, claro.
-Imposible. Estoy operada de pólipos y no entono ni el Aserejé
-¿Agredida por el novio de Isabel Pantufla?
-¡¡¡Qué dice!!! Si soy fans.
-¿Novia de Marujita Pía? Este lleva en el lote una entrevista en "Salsa Mohosa"
-Ufff, es que aparecer como liviana me da no sé qué.
-¿Amante de Marc Ostracismo?
-Quite, quite... Qué cosas tiene...
-¿Vecina de Melena Grassa que la ha pillado con cámara oculta haciéndose un gazpacho?
-¿Melena Grassa la de "Loca"? Pobre chica. No, eso no.
-Pues ya sólo me queda cuñada del portero de una amiga del abogado que defiende a Sofía Mentecatos. Esto sería por la vía parentesco lejano que hablábamos al principio...
-Jopelines. Tampoco me convence.
-Señora, es que no le gusta nada. No se yo si la fama va a estar hecha para usted.
-Mujer, no es eso... Es que una tiene algunos escrúpulos.
-¿Escrúpoulos? Eso es una isla griega, ¿no?

martes, septiembre 13, 2005

LA NOCHE DE LA GOLONDRINA


Quizás nunca debí parar. Sin embargo, lenta, pero inexorablemente, la aguja en mi salpicadero amenazaba con tocar fondo antes de poder llegar al motel donde pasaría la noche. Una reserva por teléfono y pocos datos: cuarenta minutos tras cruzar la frontera de Nuevo Méjico, en la 66, un gran luminoso de neón azul en forma de pájaro… Motel Blue Swallow Una golondrina azul en medio de la nada. Habitación para uno y me iré temprano… ¿Ruido aquí?, No demasiado…

Había conducido durante 700 kilómetros, atravesando parte del desierto de Mojave y el estado de Arizona sin llenar el depósito, y habiéndome cruzado en todo el trayecto tan sólo con media docena de estaciones de servicio. Por ello, cuando, a lo lejos, distinguí el destello de lo que parecía ser una, me dispuse a detenerme, aliviado, alegre, apurando una botella de bourbon en miniatura que viajaba en el asiento de al lado. Subí la música y el ritmo trajo a mi cabeza instantáneas de días anteriores: las blanquísimas carcajadas de Ana en San Francisco, el viaje a lo largo del estado en este mismo Dodge de alquiler, la noche en Nevada, luces y más luces, las fotos en Las Vegas, mi traje manchado de vino sobre la silla de aquella habitación de hotel…

Detuve el vehículo junto al surtidor más cercano a la pequeña cabina del encargado. Tan cerca, que pude ver su rostro de refilón, medio escondido tras una pantalla de ordenador que parecía caber a duras penas en el reducido habitáculo. Dejé la puerta abierta al descender, y la música se desparramó en el silencio de una noche que comenzaba a ser fría. ¡Lleno!, grité, convencido de que el hombre podría oírme sin necesidad de introducirme en su ventanilla. En realidad, ni siquiera giré la cabeza, ocupado como estaba en intentar poner orden dentro del coche, inundado con bolsas y envases de la comida para llevar que había engullido durante el trayecto. Supe que me había escuchado cuando sentí sus pasos detrás de mí y le oí extraer la manguera de su alojamiento en el surtidor.

El primer golpe sólo produjo sorpresa, aunque fue duro y en mitad de la espalda. No caí al suelo hasta el tercero, en la parte posterior de las rodillas, y tras un segundo que esquivé con el brazo. Entonces pude verle, sólo unos instantes, antes de que apretara el gatillo de aquella manguera e inundara mi rostro de combustible. También le oí reír, antes de perder el sentido y tras haberme golpeado fuertemente en la cabeza.

Cuando desperté estaba atado, sentado en el suelo de la pequeña cabina y aún así con la cabeza por debajo de las pequeñas ventanas que la rodeaban. Sin poder saber qué sucedía fuera, miré a mi alrededor. El espacio, de escasos cuatro metros cuadrados, era blanco en su totalidad, aunque el polvo y el humo de muchos cigarrillos fumados en su interior le habían dado una tonalidad grisácea. Unas botas de agua compartían rincón conmigo, restos de pan y otros alimentos salpicaban el suelo, y colgada en una percha descansaba una sucia gabardina.

Entonces oí sus pasos. Entró en la cabina y permaneció mirándome unos segundos, antes de agarrarme por las cuerdas y arrastrarme al exterior. Vi mi coche ardiendo a unos cien metros, las llamas elevándose en el negro de la noche. No me habló hasta que yo no lo hice. “¿Va a matarme?” –pregunté-. “No, yo no me encargo de eso”, fue toda su respuesta. Acto seguido, trajo del interior una enorme bolsa de plástico en la que me introdujo, tras amordazarme y asegurar mis ataduras. Sentí como me arrastró aún unos metros más, para después depositarme dentro del contenedor de basura que, junto a los surtidores y aquel cuchitril, constituía todo el mobiliario del lugar. Oí sus pasos alejarse. Después, el silencio absoluto.

Supongo que alguien, durante las próximas horas, me habrá de recoger para ser volcado en un enorme camión donde seré triturado. Si ha de ser así, espero que no tarde mucho… La noche es gélida en el desierto. Y aquí dentro apesta. La risa de Ana es hermosa… Ya lo creo que sí. Y ganamos dos veces en la mesa de backgamon… Fue genial. En el coche han ardido las fotos, y también el traje que no tuve tiempo de mandar a limpiar… Esto está tan oscuro. No hay luces como en Las Vegas… Sólo espero que en el Motel Golondrina Azul , menudo nombre, sean comprensivos con mi ausencia, y que el seguro del Dodge cubra este tipo de imprevistos.


BSO “Carretera Perdida” Angelo Badalamenti

Este relato ha sido inspirado por el trabajo fotográfico de William Knipscher y Thomas Le Rose

viernes, septiembre 09, 2005

MIRANDO ADENTRO DESDE FUERA


¿Por qué no ha habido vacaciones para todos? Por qué no, para la imparable ola de incendios que ha asolado y asola el mediterraneo, o para la incompetencia homicida de Jorgito Bush y la apestosa boca de su señora madre, para el maltrato a mujeres y ancianos, para la infancia robada a millones de niños en todo el mundo, para la naturaleza enojada que nos visita disfrazada de Katrina y que ha llegado incluso a saludar a Cataluña, para los abusos, para la intolerancia...
Nada de todo ello tiene vacaciones. No se toman un descanso. Hacen su trabajo mientras nosotros, mirando adentro desde fuera, lo contemplamos en la TV del apartamento de turno o recostados en la cama de una habitación de hotel. Oirlo no está de más, desde luego... A muchos nos dará conversación en el buffet del desayuno, tomando una copa en una terraza nocturna o haciendo cola para entrar al Louvre. "¿Te has enterado de lo de Nueva Orleans?" "Si, tíiia, ¡qué horror!"
La normalidad con que hemos llegado a asimilar lo monstruoso me golpea al sentarme en este ordenador, al abrir este blog y al ponerme a escribir... Y aquí dentro, al abrigo del sol y una posible tormenta, quiero hacer un esfuerzo por sentir el frío y el dolor de quienes, ahí afuera, sufren y lo pierden todo por culpa de aquellos que no quisieron tomarse unos días libres.

viernes, junio 10, 2005

ENCUESTA MUSICAL


Hace un par de días mi querido Guasabi me pasaba el testigo de esta especie de cadena-encuesta musical. No he tenido tiempo hasta ahora, pero paso a responder lo que se me pide. Veamos:

-Espacio ocupado por música en mi PC:

Aproximadamente 15 gigas, porque de vez en cuando voy sacando cosas. Y ahí, pues de todo un poco, bastante jazz, pop, clásica, chochi, electrónica, lounge, cosillas experimentales, etc.

-Último disco que me compré:

Pues no estoy seguro porque dudo entre dos. O fue "Abductions And Reconstructions" de Thievery Corporation, o "The Girl In The Other Room" de Diana Krall.

-Canción que estoy escuchando ahora mismo:

Humiliation, de Jay Jay Johanson

-Cinco canciones que tienen un significado especial para mí:


Two For The Road (Henry Mancini): El tema central de la película del mismo título. Porque me crucé el sur de Francia escuchándola en el coche, acompañado por la persona que todavía hoy está conmigo, y se convirtió en eso que solemos llamar "nuestra canción".

Big Science, de Laurie Anderson. Porque me la descubrió una persona muy especial y me abrió la mente en un momento determinado.

Wuthering Heights, de Kate Bush. Porque me gusta, y porque me hace recordar la mañana nevada en que la oí por primera vez.

París, París, de Malcolm Mc Laren, cantada por Catherine Deneuve. Me recuerda la ciudad y me encanta pasear escuchándola con auriculares.

Go Your Own Way, de Fleetwood Mac. Imagino que por el mensaje.

Y ya está, ¿no? Ahora supongo que debería pasar el testigo a otros, pero sucede que: La gente que "conozco" y/o que se pasa por aquí lo ha contestado ya, de manera que sólo puedo encomendarlo a quien lo lea y quiera responder.

martes, junio 07, 2005

PAISAJE AMARILLO CON LENTEJAS

Buscando información en la red(ecilla) acerca de Raoul Dufy, uno de mis fauvistas preferidos, doy con la reproducción de esta tela sin firma, que la mayoría de los expertos atribuyen a día de hoy al artista francés. Es un lienzo de dimensiones reducidas, como la mayoría de los que pintó, y como puede verse, la ausencia de una buena conservación ha hecho que las grietas y la suciedad se hayan apoderado del óleo. Sin embargo, la viveza del color, primario casi siempre, su aplicación dentro de contornos bien definidos y de formas muchas veces geométricas, además de una composición y una atmósfera características han sido, imagino, las bases para intuir de quien era la mano que lo creó.

El encuentro me ha hecho recordar que hace años, mi por entonces pareja, de nacionalidad japonesa, compró en
el Rastro madrileño un paisaje del que se encaprichó, de aproximadamente 1m x 80cm, por el que pagó unas 10.000 pesetas, y que pasó a decorar una desangelada pared del comedor. No mucho después, durante una de las frecuentes cenas con invitados, pude ver cómo uno de los comensales se pasaba la reunión sin apartar la vista del cuadro. Después se acercó a la tela, en la que predominaban los amarillos y malvas, para terminar hablando de una intuición y de la posibilidad de constatarla, con el correspondiente permiso del propietario. El cuadro que estuvo tirado en el suelo de un puesto del rastro, viajó aquí y allá durante meses hasta que un día, un informe dictaminó su autoría y desembocó en una oferta para una posible subasta. No sé dónde estará hoy el paisaje amarillo y malva, pero con su venta se pagó la hipoteca de un ático en el centro desde cuya terraza se podían ver las calles del popular mercadillo donde se adquirió.

Desconozco también quiénes serán los propietarios de la tela que aparece en la foto. ¿Quizás los descendientes de una familia a quien Dufy regaló el cuadro un buen día? El mundo está lleno de obras de grandes artistas que fueron el pago a un plato de lentejas o a una noche de hospitalidad, cuando los tiempos les venían duros y vender era sólo una ilusión. Párraga, un español, llenó su ciudad de nacimiento de cuadros y dibujos que eran su moneda de cambio para con quienes le proporcionaron comida y fonda en épocas de penuria.

Dufy conoció el éxito en vida, pero quizás ahora, casi cien años después, un pequeño cuadro, puede que sacado de un polvoriento desván y descubierto en un mercado del puerto del
Havre o sus alrededores, donde nació y pintó durante años, cambie la vida de un campesino o una humilde familia que nunca lo colgó en su casa porque estaba viejo y agrietado.

jueves, junio 02, 2005

CINCO CURVAS


160 kilómetros hora por autovía. Conduzco yo. Aproximadamente a dos kilómetros llegará un tramo de curvas peligrosas donde se recomienda ir a 80. Y la melodía real-soni-toni-polifónica del móvil de mi pasajera sonando… Una corta conversación, suficiente para saber que la interlocutora, al otro lado, es una conocida mía, simpática, íntima amiga de la dueña del móvil. Y la dueña del móvil que cambia de gesto, y el gesto de la cara que se vuelve inmóvil.

100 kilómetros hora por autovía. Se acerca el tramo de curvas cerradas en acusado descenso. Quinto intento de fecundación artificial frustrado. La amiga, la conocida, la chica simpática, no está contenta esta noche. Me entero al terminar la llamada. No sabía, no tenía ni idea de en qué consistía semejante tratamiento, pero lo descubro hoy, a 100 por hora en autovía y comenzando a pisar el freno cuesta abajo. Es la primera curva.

A la (im)paciente ¿futura? madre se le provoca, para empezar, una “menopausia” artificial que la deja temporalmente yerma y con toda la sintomatología de dicho proceso: malestar, depresión anímica, trastornos de peso, etc. En ese estado, comienza un tratamiento a base de hormonas para, por reacción, hacerle producir gran cantidad de óvulos en poco tiempo (en lugar de uno al mes): pueden ser catorce o quince de golpe, como media, mientras las hormonas provocan crecimiento del vello corporal, sobrepeso, irritabilidad, y todo tipo de reacciones. Luego, los especialistas extraen, en una dolorosa intervención, los óvulos generados y, una vez seleccionados los más adecuados, son inseminados y reinsertados en el útero de la mujer. Después, reposo absoluto, vida sin esfuerzos, máximos cuidados… Pero si, después de todo ello, el cigoto no prospera y el embarazo se frustra, sentimiento de culpa y angustiosa búsqueda de un motivo que justifique el fracaso. Todo eso, multiplicado por cinco.

80 kilómetros hora. Cuántas curvas. Cinco curvas que no lo fueron en el maltratado vientre de la conocida, la amiga, la chica simpática que esta noche está triste. La misma que en un viaje a Marruecos se enamora de una niña de cinco meses que intenta adoptar. Qué difícil tarea: me entero recuperando la velocidad, pasadas las cinco curvas de esta autovía obstétrica que me lleva a casa. Marruecos no es favorable a la entrega de “niñas” en adopción: protegen al sexo femenino, por débil, y por otras razones menos confesables: las mujeres sirven, llegado el momento, para procurar favorables matrimonios concertados y como dócil mano de obra. La última curva es que Marruecos y su país de nacionalidad no cuentan con tratados de adopción.

Llegar a mi destino es ya cuestión de línea recta. 10 kilómetros me separan de él. No son nada, comparados con la distancia que separan al trámite y la cirugía, del tesón y el sentimiento humanos.

Ya en casa, llamamos a la amiga, la conocida de las cinco curvas que no fueron. Bate mayonesa en su casa de campo. Está mejor, me dicen al colgar. Su optimismo es imbatible, parece. Asegura que volverá a intentarlo.

Fotografía: Marietta Davis

  • Info sobre la situación de la mujer en Marruecos / El código de familia / Etc.

    B.S.O. Las Horas - Philip Glass

  • sábado, mayo 28, 2005

    LIMPIEZAS


    Hacer limpieza general en casa es uno de esos acontecimientos cuyo placer se disfruta a posteriori. Te decides a hacerla el día que te das cuenta de que para buscar algo en un armario has de acceder a él con machete y linterna, pero hasta que no estás en pleno fregado, no eres capaz de asimilar el alcance de lo que se avecina. Si la casa es muy grande, como es mi caso, el hecho puede tomar dimensiones épicas.

    Una vez metido en harina, no deja de tener sus recompensas: te encuentras con cd´s que habías olvidado que un día compraste o te regalaron, recuperas una camisa que te pusiste sólo una vez, y redescubres el color original de algunos utensilios. Por si fuera poco, la luz que entra por las ventanas parece más brillante, quitada la capa traslúcida que llega a cubrir los cristales sin darte apenas cuenta.

    En el lado malo, además del tiempo que se emplea, presencias un desconcertante fenómeno: en la habitación que limpiaste hace cinco minutos, y a la que regresas, ha vuelto a surgir polvo por generación espontánea (pese a tener las ventanas cerradas, ahí está lo bueno) Y en el lado malo también, las agujetas que al día siguiente puedes sentir, incluso en músculos que ignorabas tener. Sin embargo, y aún así, merece la pena.

    Me pregunto por qué no será posible limpiarnos así, por dentro y no sólo por fuera a nosotros mismos. Una limpieza general más allá de la que prometen ciertos productos dietéticos, una limpieza que alcanzara desde lo más superficial hasta lo más profundamente almacenado de nosotros mismos: una limpieza de alma, quizás. Un método para, con una buena esponjilla niquel-nanas, arrancarnos aquello que nos molesta, nos incomoda, o se nos ha vuelto inservible. Malos recuerdos, remordimientos, desengaños, inquietudes y frustraciones. Cualquier mal rollo, enjabonado y aclarado, dejándonos después las ventanas de los ojos frescas y transparentes como las de un recién nacido.

    Quizás, ahora que caigo, algo así pretende hacer un psicoanalista, ¿no? Sacar la mierda de su paciente y tirarla a la trituradora de su despacho jugando al baloncesto desde el diván. Mi queridísimo Woody Allen debe estar impoluto, pensándolo bien. Entonces… un psicoanalista sería un empleado de la limpieza, claro… Sólo que gana un poco más, desde luego… Oooops!! Creo que he esnifado demasiado amoniaco. Voy a seguir, que ya sólo me queda un baño.


    martes, mayo 24, 2005

    AL TELEFONO


    Que para una gran compañía de telecomunicaciones yo no sea lo más importante bajo el cielo, puedo entenderlo. Pero de ahí a que, tras una llamada a un supuesto servicio de "atención al cliente" me sienta como un cero a la izquierda, hay un gran paso. Intentaré reproducir la conversación mantenida hoy mismo con una diligente teleoperadora de dicho servicio:
    -Buenos días, señor "x", le habla fulanita. ¿En qué puedo ayudarle?
    -Mire, hace más de un mes contraté con ustedes el servicio "y", pero aún no disfruto del mismo, a pesar de que me dijeron que el trámite duraría 15 días como máximo. Por otra parte es la tercera vez que llamo...
    -No se retire, por favor. Voy a consultar...
    (Varios minutos con "Heroes" de David Bowie como fondo musical)
    -Si, señor "x". Su servicio se encuentra en trámite.
    -Claro, lo sé. Pero, ¿exactamente en qué punto del trámite? ¿Y, por qué el trámite se ha prolongado así?
    -No le puedo decir.
    -¿No me puede decir? Está bien..., ¿quién puede hacerlo?
    -Nadie. Es todo cuanto puedo hacer por usted.
    -Disculpe, fulanita, pero no ha hecho nada en absoluto. ¿Puede darme una fecha concreta?
    -No, imposible.
    -¿Es un asunto de fe, entonces?
    -¿Cómo dice, señor "x"?
    -Nada, olvídelo. Si usted no puede responderme, ¿alguien puede hacerlo? ¿Podría hablar con un supervisor o un responsable directo?
    -No existen supervisores. Yo soy la máxima responsable de su llamada.
    -¿Cómo dice? ¿Nadie supervisa su trabajo? ¿No existe nadie que pueda decirme algo más? Me gustaría una respuesta más concreta...
    -Ya le he dicho que no. Es todo cuanto puedo hacer. Si tiene mucho tiempo que perder puede quedarse al teléfono los minutos que quiera, pero yo no voy a ponerle con nadie...
    -¿Qué? ¿Cómo se atreve, fulanita? Le aseguro que tengo cosas mucho más interesantes que hacer que estar aquí hablando con usted. Y ya que he perdido estos minutos, me gustaría que hubiesen servido de algo.
    -Le he dicho todo lo que puedo.
    -Lo que me ha dicho lo sabía antes de llamar: que está en trámite.
    -Sí, pues eso es todo.
    -No, eso no es todo. Usted, fulanita, no tiene por qué saberlo, pero soy cliente de la compañía hace cinco años, tiempo durante el que nunca les he causado un sólo problema. Si la compañía me los causa a mí, quizás deba pensar en cambiar de proveedores.
    -Haga usted lo que le parezca.
    -Gracias, fulanita. Ha sido usted de inestimable ayuda. ¿Cómo ha dicho que se llamaba?
    Tras colgar, y mientras me hacía la comida, he rezado para no quedarme sin luz. En "atención al cliente" podrían decirme: puede usted optar por comer crudo o por cocinar en un camping gas. Es todo cuanto podemos hacer por usted. Que tenga un buen día, señor "x".

    David Bowie - Heroes (Live)

    viernes, mayo 20, 2005

    ENCIERROS



    Creo que pocas cosas despertaron en mi infancia tanta angustia y tanto miedo como la idea de un “emparedamiento”. La lectura de ciertas leyendas medievales y algún que otro cuento de Edgar Allan Poe, no hizo sino incrementar esta fobia y me llevó incluso a escribir un pequeño relato con ese tema como protagonista.

    Pero ha sido ahora, ya crecidito, cuando una rehabilitación catódica ha llegado en mi auxilio: con sólo pulsar un botón del mando a distancia puedo ver, cual si en una terapia conductista me encontrase, gente encerrada y aislada en los más variopintos lugares y situaciones: casas, islas, selvas, granjas… Y supongo que, dada la capacidad del medio para reinventarse, pronto se ampliará el abanico de posibilidades: 10 parejas confinadas durante tres meses en un Seat Panda, 10 ex-presidiarios encerrados en un vestuario femenino, 10 ludópatas recluidos en el interior de un casino, o 20 pederastas abandonados bajo llave dentro de una guardería. Así, emparedados, y bajo la atenta vigilancia de 250 cámaras, nos dejarán contemplar cómodamente todas sus miserias y fechorías acompañándolas de unas palomitas, si es menester.

    La pulsión voyeurista parece ser inherente al ser humano, o así lo piensan algunos. Lo realmente sorprendente es que esté dejando de asombrarnos. Cuando, en los 90, la artista británica
    Tracey Emin presenta “My bed” -Mi cama- (una cama deshecha donde Emin había pasado enferma una semana, rodeada de todo cuanto usó durante ese tiempo –libros, botellas, colillas...-) causa una conmoción difícilmente repetible hoy día, ahora que vemos las camas con sus ocupantes dentro y a veces hasta metidos en faena.

    “Para emparedar a alguien es fundamental elegir bien el sitio. No puede ser en un lugar conocido de la casa, dado que alguien puede llegar y decirte: ¡Esta pared no estaba aquí antes!...” Algo parecido a esto figuraba en mi relato infantil. Ingenuo de mí. Si un niño de hoy escribiera algo similar, elegiría un sitio bien visible y, desde luego, no olvidaría colocar una cámara dentro del reducto, para que todos pudiésemos ver en directo la descomposición de la víctima.


    Fotografía: Dionisio Gonzalez, “Rooms”, 1998.

    martes, mayo 17, 2005

    HOUSTON: TENEMOS UN PROBLEMA


    Un conocido acaba de mandar a paseo a su pareja por una pertinaz y flagrante falta de comunicación. Solución drástica, cuando el afectado resume: "es que no me entiende...", pero solución al fin y al cabo.
    -¿Me recibes?
    Mi prima no se entiende con su jefa. Pero no puede mandarla a paseo ni a ninguna otra parte, salvo a costa de pagar un precio muy alto.
    -¿Hay alguien al otro lado?
    Mi antigua empresa me envía un correo insensato que tendré que contestar en frío. Después del tiempo, aún no me entienden.
    -¿Puedes oirme?
    El domingo, tras la comida, un amigo me regala un libro que acaba de publicar. Lo leeré, para poder entendernos mejor cuando volvamos a vernos.
    -¿Estás ahí?

  • sábado, mayo 14, 2005

    BUEN VIAJE, AUN ASÍ


    En mi última conversación por MSN, Altair habla conmigo mientras ultima los preparativos de su inminente viaje a EEUU. "El avión sale mañana y me faltan cosas por preparar", dice: Carolina del Norte y Ohio, en viaje de trabajo. Y se adelanta a mí, antes de que pueda decirle "vaya, qué suerte", sentenciando: "es como trabajar en la oficina o en casa, pero sin tus cosas a mano".

    Yo le cuento mis humildes planes para este fin de semana: el domingo vamos a comer y a pasar el día con unos antiguos amigos de Universidad, a una casa rural que han alquilado, a ciento y pocos kilómetros de aquí... Y así, tras un breve silencio de teclado, Altair me escribe: "Qué envidia".

    No es ninguna sorpresa, ni la confirmación de que la tierra es redonda, pero si un paso más en mi descreimiento sobre las grandes distancias, los grandes propósitos y las grandes metas cuando sólo son eso: grandes. En el convencimiento de que ni la vida ni los milagros de alguien son más admirables ni más envidiables que los de otro, si lo que está viviendo se encuentra en las antípodas de su deseo.

    Altair vuelve el martes. Para aliviar su envidia, el domingo brindaré por ella en el campo.

    jueves, mayo 12, 2005

    AY... AY...


    Desde los tiempos de Martirio, no veía nada tan feroz sobre la opresión y la angustia domésticas (o sobre eso que solemos llamar "marujas", que viene a ser lo mismo)

    Pincha en la olla y escucha...

    PUBLICIDAD / ES


    Dedicándome a la publicidad, me suelo quedar arrebatado por un fenómeno al que no suele prestarse mucha atención. Al menos no tanta, y con razón, como a la emisión o publicación de publicidad engañosa, denigrante o ilícita en cualquiera de sus formas. Me estoy refiriendo al hecho, más y más evidente, de la abrumadora segmentación con que la publicidad está logrando caracterizar y definir a la población y al individuo. Y disgregándonos, por tanto.

    Me explicaré: Cuando aquí en España nadie o muy pocos tenían coche, allá por los primeros sesenta, aparece esa maravilla llamada “Seiscientos”. ¿Su público potencial?: Todo españolito con poder adquisitivo suficiente. Hoy, cuando cada quisqui tiene su vehículo –y algunos varios- los diferentes modelos tienen que afinar mucho más en el tipo de consumidor al que se dirigen, pudiéndose llegar a definiciones como la siguiente (literal): “individuos, preferentemente de sexo femenino, de clase media-media o media-alta, residente en hábitat urbano, con nivel de formación medio o alto, perteneciente a un núcleo familiar con 2, 1 o ningún hijo, con profesión liberal o asalariada con nivel de ingresos medio/alto, etc....” Existe un coche en el mercado, con nombre y apellidos, cuyo consumidor objetivo es ese. Me lo callo, pero lo conozco.

    Y yo me pregunto: de ser esta, como parece inevitable, la imparable tendencia, ¿no asistiremos dentro de poco a una definición del individuo basada ya no sólo en esas variables (clase social, hábitat, etc.), sino en otras que todavía consigan describirnos mejor? Nos encontraríamos entonces con clasificaciones basadas en la ocupación concreta de cada uno, así se sea peluquera, alcalde o ascensorista, o también referidas a aspectos absolutamente personales e incluso privados: si se le ponen los cuernos a la señora esposa, o si te gusta el bacalao al pil-pil, sin ir más lejos.

    Los resultados de estos avances podrían ser espectaculares, y como resultado de esos públicos-objetivo quizás resultaran productos como:

    -“Eau de Chacha-rel”, el perfume de la empleada del hogar, o
    -“Eau de SuDior”, para aquellos con problemas de transpiración. O también:
    -“Eau de Ronchas”, para el alérgico.
    -Muy vendida sería “Eau de Toilette Farala-es”, la fragancia de la tonadillera.
    Evidentemente, al pasar por nuestro lado y olerlos, sabremos al instante en qué trabajan o qué afecciones padecen aquellos con quienes nos crucemos. Los eslóganes serán del tipo: “Dice mucho de ti”.

    En otras categorías podrán aparecer cosas como:

    -Audi A4 Serie Director Comercial, sólo a la venta para quienes demuestren documentalmente desempeñar dicho cargo (este individuo cogerá al coche hasta para ir a por el periódico, por lo claro que dejará su status). O si no:
    -Braun Minipimer Modelo “90 – 60 – 90” : “Para ti, que sabes lo que es ponerse a dieta”.
    En fin. Ríanse si quieren, pero les aseguro que no me he vuelto loco. Y si no al tiempo. Con nuestros productos hechos casi a la medida, no podremos dejar de sentirnos los reyes del mambo: tan diferentes, tan personales, tan únicos e intransferibles… Pero al mismo tiempo tan solos.

    miércoles, mayo 11, 2005

    BELLOS

    En este mundo recauchutado con silicona, estirado a base de liftings, repoblado gracias a injertos e inflamado de esteroides, quizás deberíamos aprender a reírnos un poco más de nosotros mismos, quitándole algo de importancia a eso de la belleza.

    Podemos empezar con un sencillo ejercicio:
    Pincha en el “espejito, espejito mágico…”
    para visualizar y escuchar esta instalación de la artista
    Pilar Albarracín (quizás tarde unos segundos en cargar el sonido)

    lunes, mayo 09, 2005

    LA CHICA DE LAS FOTOCOPIAS




    En mi trabajo y en las empresas para las que lo he hecho se genera papel. Mucho papel. Cantidades industriales de fotocopias y documentos impresos. La tala de medio bosque en papel, vamos. La mayor parte del mismo pasaba por las solícitas manos de Belén, la “chica de las fotocopias”, amable y eficiente donde las hubiera, que en un pis pas te hacía quinientas copias de veinte fuentes distintas y te las entregaba clasificadas y hechas un primor.
    Un día aciago, las mentes administrativas de la empresa llegaron a la conclusión de que eliminando a Belén del mapa de la misma, un sueldito más se quedaba en tesorería. Eso sí, a partir de entonces cada uno tendría que hacerse sus copias, que total eso no es nada y no cuesta ningún trabajo. Para acallar las voces más reaccionarias, se compró un monstruo de tecnología punta, que superaba en velocidad y prestaciones a cualquiera del mercado, y que funcionaba, además, por supuesto, como impresora centralizada de todos los equipos informáticos de la empresa. Vamos, que entre eso y el sueldo de Belén la máquina se pagaba sola. Con sus docenas de botones, lucecitas de colores y sus funciones inteligentes, era lo nunca visto. Era como la “Madre” del “Nostromo”, para entendernos. Aunque, mejor dicho, fue la madre del cordero.
    Siendo la organización un grupo empresarial, la máquina debía reconocer a cada usuario que fuera a utilizarla a través de: primero, el código de la empresa a la que pertenecía; segundo, el código personal. Después venía programarla, que eso era otra: calidad, resolución, tamaño, número de copias… Si se terminaba el papel, aquello no podía abrirlo cualquiera: de nuevo el código 1, el código 2… Las colas que se organizaron con destino al aparato no envidiaban un ápice a las del mismísimo Cristo de Medinaceli en su mejor momento. Las mesas de los despachos vacías, la productividad en picado… Pero, eso sí, en la cola hacías amigos.
    Por otra parte, como muchas de las veces llevabas a cabo la peregrinación para recoger un documento que previamente habías enviado desde tu ordenador, sucedían cosas curiosas: una vez recogí, como mío, un documento por el que descubrí que fulano, de asesoría, y mengana, de contabilidad, estaban liados. En otra ocasión, la máquina me escupió una receta de tiramisú, pero esta me la quedé (la de veces que me he preguntado yo quién mandaría aquello a imprimir…)
    Fue por entonces cuando surgió la figura del “vocero”, alguien que estratégicamente situado cerca de la rendija de expulsión de la máquina, intentaba poner orden en el caos gritando: “¿Quién ha enviado un informe sobre inversión? o ¿de quién es esta nota de prensaaaa? Para no creerse, pero la máquina de café se acercó unos metros a la diabólica máquina, convertida ahora en eje de la vida social de la empresa.
    Belén volvió a los tres meses, y para mí fue como lluvia en agosto: se hizo amiga del aparato en pocos días, y las primeras fotocopias que me hizo me supieron a gloria. La máquina de café permanece allí, porque de repente todos queremos más a Belén y de vez en cuando nos tomamos un cortado con ella. Cuando la veo recuerdo aquel despropósito, y eso me hace estar seguro de que prefiero un mundo con chicas de las fotocopias a un mundo con máquinas hostiles y antipáticas.
    Como prefiero un mundo con tenderos, barrenderos, carpinteros, camareros… Con todos los “eros” y “eras” que hagan su trabajo con dignidad e ilusión, y a los que se trate y considere (remunere, también) del mismo modo digno y motivador.
    De momento, a Belén le gusta su trabajo. Y a mí me sale un tiramisú estupendo.
  • domingo, mayo 08, 2005

    RAQUEL, ENTRE LOS ÁRBOLES


    Hemos vuelto a hablar de ti, los comunes,
    a quienes también veo de tarde en tarde.
    Sé que ahora vives entre los árboles,
    y también sé que te veré pronto.
  • AMIGOS




    Qué bueno es tener amigos que le promocionan a uno.
    Gracias, Guasabi. Y hola al visitante.

  • COMIENDO PAN DE CHUMBERA



    El pan de chumbera se consume en México, donde es apreciado especialmente en lugares y momentos de menores recursos. Este que aparece en la fotografía se llevó a cabo durante la realización de un taller de creación en el pueblo de Blanca.
    La chica que aportó la idea, y la hogaza, me cuenta que no fue demasiado fácil encontrar una panadería tradicional donde le mezclaran la receta y en cuyo horno cocieran la masa, aunque al final lo consiguió.
    Yo lo probé, su textura es similar a la de un plum cake, y los pequeños trozos de hoja de chumbera son carnosos y ligeramente dulces.

    sábado, mayo 07, 2005

    ETHEL


    Ethel ha conocido tiempos mejores. Sin ir más lejos, allá por los cuarenta apuntaba maneras en un par de antros de la ciudad. Cantar y bailar, luego beber, a veces hasta tarde. Y luego el trabajo que no perdona, maldita fábrica, hay que ganarse la vida...
    Ahora, el paseo de la tarde devuelve su esplendor a Ethel. Elige con esmero su ropa y, con mano algo temblorosa, se maquilla ante un espejo que le devuelve una imagen de veinte años. Al salir, el bullicio, la gente que la mira -su público, piensa-, las luces de la ciudad... De vuelta a casa, cuarto sin ascensor, un gato sobre su hombro al entrar. Y una lata comprada donde siempre que Ehtel vuelca, agachada, sobre el pequeño plato en el suelo.
    No hizo falta convencerla para posar: "también fuí modelo de artistas", dice, tirando al suelo un cigarrillo que apaga bajo su zapato de charol blanco. Se hace un hueco entre el tráfico y apoyada en un coche grita "¡dispara, encanto!"
    Aún tiene fuerza en la voz. Su salud es buena, como la piel de su anticuado bolso de marca.
  • viernes, mayo 06, 2005

    VICTOR


    Victor acaba de llegar al mundo,
    dispuesto a que la vida entera
    sea escrita sobre él.

    Fotografía: Steven James Brown - "Tom"
  • jueves, mayo 05, 2005

    MUNDO ENTERO DE ALTAIR

    El mundo entero cabe en tu casa, Altair, cuaderno de viaje inacabado. Conchas de plata azul, arenas que has pisado, la ventana en tu mesa, por donde pasa una nube camino a Finlandia…

    El tiempo detenido en casa de Altair. Islas del tesoro, alfombras mágicas… Máscaras sin rostro en la pared, como los rasgos desdibujados, a base de años, del amigo de la infancia…

    Y el mundo entero ahí afuera también, Altair. Pájaro, hechicera, Eva futura… Y una piedra filosofal escondida, puede que cerca, quizás tras la puerta, que convertirá en oro cuanto toques.

    Nunca se hará tarde, pájaro, hechicera, Eva futura. Coge la próxima nube… abre de par en par las ventanas y conjura el mundo. Mundo entero de Altair. Conjura el tiempo y el espacio. Pájaro, Morgana, Midas viajero. Haz un paisaje en tu alfombra, que no crezca más que hierba bajo tus pies.

    Haz un paisaje donde yo pueda pasear también. La hierba está fresca, mejor ir descalzos… Se fueron las máscaras sin rostro. El viaje continúa. Y ya para siempre, Altair, ardilla veloz, jugarás en los árboles de un bosque sin lobos feroces.
    *Fotografía: Meredith Arena -"Nube"

  • martes, mayo 03, 2005

    A LA DE UNA, A LA DE DOS...



    Entre atónito y desafiante parece el pequeño alien de esta fotografía de Celina Alvarado -Celina Alvarado-, pequeño invasor que explora con mirada abierta y objetiva un mundo que le es extraño.

    ¿Qué le mantiene tan perplejo? ¿Qué llama tan poderosamente su atención? ¿Su forma? ¿Su tamaño? El signo, imaginamos. El signo, cuyo significado desconoce. Pobre de él si es así: dos pasos más y su estilizada anatomía, producto de millones de años de evolución y perfeccionamiento genético, será aplastada contra el asfalto si no se anda con cuidado. Pobre, pobre alienígena, extraño ángel también él.

    Del mismo modo, atónito y perplejo, desafiante y atento como este extranjero, permanezco un buen rato antes de inaugurar este sitio. Conozco el signo y entro con prudencia. Cedo el paso, que nadie me arrolle al entrar. Sobre su escenario de road-movie, un conductor piensa que ha atropellado una alimaña del camino. Pobre extraño ángel. Yo, que le ví cruzar sin mirar, lamento a distancia su suerte.

    Ahora es mi turno: miro a la derecha, miro a la izquierda. A la de una, a la de dos, a la de tres.